viernes, 14 de septiembre de 2012

LAS VISITAS MÉDICAS

Seguro que muchos de vosotros teneís mil anécdotas y experiencias que contar de las visitas al médico. En mi caso puedo decir que ha habido un poco de todo pero que en general la cosa ha ido mejorando y que de llorar desconsoladamente cuando era un bebé hasta responder cual señorita en la actualidad ha llovido mucho.
La verdad es que Leire se porta mejor cuanto mejor tratada se siente. Me explico. Cuando hemos tenido delante a un profesional acostumbrado a tratar con niños, que sabe hablarles, tranquilizarles, explicarles como va a ir la cosa y el procedimiento de la visita, Leire no ha mostrado resistencia, pero cuando hemos tenido delante a un profesional que ha ido por la directa sin tener en cuenta que se encontraba delante de una niña de pocos años la cosa no ha ido tan bién. Su mecanismo de defensa es ponerse chulita lo que hace que la niña tenga una imagen de intratable que luego en realidad no se corresponde del todo con su personalidad. Ya sabeís que tiene un carácter difícil pero si se le razonan las cosas ella las entiende, pero por las malas y a la fuerza no conseguimos nada.
El objetivo de esta entrada es explicaros lo que nos sucedió ayer en el dentista.
Leire tiene la mordida cruzada, hace ya tiempo que lo sabemos y periodicamente vamos al dentista para que vaya valorándolo y decidir así el mejor momento de empezar con los aparatos.
Bueno pues a ella la dentista de la seguridad social no le cae muy bien porque la verdad es que es bastante seca y es de las que va directa y no explica nada, de hecho yo he intentado preguntarle de que tipo seran los aparatos y cuanto tiempo tendrá que llevarlos y sólo he conseguido saber que será un proceso largo y que se ha de estudiar, o sea nada, a parte que tiene una forma de hablar un poco cortante y nada dulce.
Pues ayer después de mirar la boca de Leire quiso ponerle el fluor, ya sabeis eso que se rellena un molde tipo dentadura con un producto parecido a la pasta de dientes y que se ha de morder durante un par de minutos. La niña no había visto nunca el fluor y claro sin decir nada ni explicar nada lo preparo y cuando me vine a dar cuenta ya le estaba metiendo el fluor por la boca, solo me dió tiempo a pensar: ay! madre con lo asquerosa que es (asquerosa me refiero a que hace muchos ascos y enseguida le dan nauseas) y claro la niña ni abrió la boca lo suficiente, ni entró el fluor, notó el sabor, empezó a quejarse, a lloriquerar, entró en un bucle y no hubó manera de ponerle el fluor.
La verdad es que no me gustó como reaccionó la dentista, que si ya eres mayor, que si se lo ponen todos los niños, que no llores, que las niñas de 6 años no lloran y al final el típico esta los tiene bien puestos te va a dar faena, además de estar bien orquestada por la enfermera.
Y lo peor es que no supe reaccionar porque primero tenía que haberla parado antes de que intentara ponerle el fluor y habérselo explicado a Leire y luego no debería de haber dejado que casi le gritara ni que la tratara de esa manera, pero que quereís que os diga me pilló con la guardia baja y con ese sentido del respeto que nos inculcaron a los niños de los 70 que hace que a veces veamos a según que sectores como seres superiores. Me siento fatal y muy culpable.
De verdad os digo que nos hemos topado con profesionales buenísimos que han tratado a Leire de una forma exquisita y que por lo tanto no estoy generalizando sino quejándome de esta mujer que la próxima vez voy yo también a ir con la escopeta cargada y a la defensiva porque esta no me la cuela otra vez. En cuanto tengamos el diagnóstico no nos vuelve a ver el pelo.